Una mañana corriente voy en tren de camino a la gran urbe. Estoy rodeado de personas que como yo se desplazan en transporte público hacia sus lugares de trabajo (o de estudio) Me desplazo en un vagón atestado de gente, a la que observo con interés y me tomo la molestia de contar. Mis esfuerzos para avistar al mayor número de personas llaman la atención de una señora mayor y su perrito que me observan fijamente. Parece que somos los tres únicos seres en ese vagón que se entretienen escrutando al prójimo.
He contado a 94 personas, 83 de las cuales están conectadas (en cuerpo y alma me atrevería a decir) a sus respectivos smartphones mediante artilugios diversos. El tren da una sacudida y muy pocas de esas personas levantan la cabeza para ver qué sucede. Es el poder de la tecnología. La magia del acceso a contenidos de toda índole a través de los dispositivos nos tiene tan robado el corazón que a veces nos hace «perder el oremus».
Y es que – quién lo hubiese dicho hace tan solo 20 años – los smartphones ya son nuestro principal apéndice (como seres cíborg que somos) hasta el punto de que, para bien o para mal, filtramos buena parte del mundo que nos rodea a través de ellos; nos informamos, nos entretenemos, jugamos, nos orientamos, nos formamos y, en el mejor de los casos hasta incluso aprendemos.
Y como no podía ser de otra forma, los artefactos móviles se han convertido también en un pilar cada vez más relevante en el mundo de la empresa, y singularmente en los procesos de reciclaje y formación continua necesarios para mantener sus niveles de competitividad. El acceso a recursos informativos y formativos a través de todo tipo de dispositivos móviles permite a los integrantes de una organización mantenerse al día, cumplir con normativas, transmutarse, crear comunidades, comunicarse y en definitiva mejorar sus habilidades y conocimientos de manera flexible, dinámica y constante, entre otras cosas.
El M-learning, como muchos otros ámbitos, ha evolucionado significativamente con los avances tecnológicos, hasta tal extremo que actualmente se caracteriza por un abanico heterogéneo y creciente de opciones, entre las que destacan la integración de sistemas de gestión de aprendizaje adaptativos, las aplicaciones interactivas, los modelos sociales de aprendizaje o, eventualmente, tecnologías más sofisticadas como la realidad aumentada combinada con otras disciplinas y aplicada a los sectores más diversos, que según parece están contribuyendo a definir una nueva era en la capacitación y el desarrollo profesional. Todo muy idílico… ¿Verdad? Por no hablar de la inteligencia artificial que está penetrando a marchas forzadas y nos va a dar muchas «alegrías», aunque de momento diría que se encuentra en una fase experimental de masas.
Lo cierto es que el mobile learning es una herramienta más – sin duda muy poderosa – que como todo tiene «luces y sombras» que vale la pena conocer para sacarle el rendimiento apropiado. De la misma forma que las estrategias de formación deberían estar adaptadas a los objetivos perseguidos y a las particularidades del target, el uso de smarphones para vehicular esa estrategia debería contemplar no solo las tendencias de la experiencia usuario en el uso de los móviles, también es crítico desarrollar una estrategia que defina objetivos claros, seleccionar la tecnología adecuada y plantear un plan de comunicación adaptado al medio.
Como este es un artículo de opinión de vocación rigurosamente subjetiva y orientado más bien a «las luces», nos centraremos en algunas de ellas y reflexionaremos sobre su posible «masterización» para aprovechar los grandes beneficios del uso de smartphones para la formación corporativa. Las «sombras» se inferirán a medida que vayamos avanzando.
Ubicuidad, flexibilidad, accesibilidad…
Aunque es de perogrullo, vale la pena remarcar que la principal ventaja del mobile learning es su omnipresencia y su flexibilidad, y como consecuencia el elevado potencial de acceso. El móvil está literalmente en todas partes y va a todas partes con el usuario, y este puede acceder a los espacios de formación y al contenido formativo cuando le apetezca, o le urja (más bien esto segundo) en cualquier momento y lugar. Esto facilita la integración de los procesos de aprendizaje en sus rutinas diarias como nunca antes. Y aunque la mayoría de usuarios accedan cuando no tienen más remedio – es muy propio de nuestra especie procrastinar y priorizar aquello placentero en detrimento de aquello necesario – la plataforma y el recurso formativo están ahí, en la mano o el bolsillo del usuario y a un click-through o dos, y eso es poderoso, porque al final cumple optimamente con ese objetivo específico; ¿Lo necesitas ahora? ¿Ya? Aquí lo tienes.
Esa ventaja se mantiene en escenarios mixtos o incluso de formación presencial si se integra el dispositivo móvil del usuario como parte activa del proceso formativo. Aunque sea, por ejemplo, en algo aparentemente de tan poco valor añadido como el seguimiento de los participantes hasta el día de la formación para asegurar su comparecencia o la misma automatización del registro de asistencia.
Comunicación directa y en tiempo real
Estar al lado del usuario en todo momento permite aprovechar otra característica propia y exclusiva de la tecnología móvil que, bien utilizada, es extremadamente efectiva. Hablamos de las famosas notificaciones push. Saber que podemos llegar con un mensaje directo cuando y cómo queramos nos da mucha cintura para gestionar los procesos formativos y ayudar a los usuarios a manejarlos; Matriculaciones, avisos, deadlines, comunicaciones corporativas, resultados, parabienes, etc… Las push son muy versátiles y en el mejor de los casos deberían responder a una estrategia pautada que considere entre otras cosas la cadencia de las mismas. Para que sean efectivas es clave enviarlas en los momentos «dulces» y no atosigar.
Sí. Ya sabemos que no es fácil, pero vale la pena cuestionarse el modelo de notificaciones push y probar a definir una estrategia asociada, por sencilla que sea. Si las push resultan invasivas y molestas en determinados casos (apps de masas y publicidad de terceros) en el caso que nos ocupa, gestionadas con tiento y sentido son una ayuda que el usuario al final valorará. Y si bien es cierto que por cuestiones de eficiencia en la gestión es fundamental que la mayor parte de las mismas estén automatizadas, es recomendable disponer de herramientas de gestión que nos permitan atacar con push a demanda y por cohortes, de forma que podamos actuar quirúrgicamente en determinadas comunicaciones. Es clave por tanto disponer de una plataforma que nos ofrezca ambas cosas en gestión cruzada.
Personalización
El potencial de «intimar» con el usuario es tan alto, y las posibilidades de segmentación y adaptación del modelo formativo a sus necesidades tan vastas, que la cosa a veces abruma y nos cuesta decidir por dónde empezar y por dónde cortar. Además ya sabemos que personalizar requiere de esfuerzo, y esfuerzo es igual a coste. Y es este uno de los puntos donde el discurso oficial sobre las bondades del M-Learning flaquea un poco. El mobile learning se adapta a las necesidades del usuario en la medida que, primero y fundamental, definimos un modelo conceptual pensado y orientado a ese target en concreto. Después está la parte funcional y técnica, por un lado del contenido – que efectivamente requiere de que las unidades formativas estén construidas para consumirse desde dispositivos móviles – y por el otro de las posibilidades que ofrezca la plataforma / app de turno para servir todo eso de una forma integrada, ágil, clara y – por supuesto – amigable (friendly que te quiero friendly)
Si somos capaces de preparar un cocktel equilibrado considerando todas esas variables, la experiencia del usuario será satisfactoria y hasta incluso percibirá el agradable perfume de la personalización (Eau de Customisation) Y si tenemos claro cómo proceder (o tenemos claro con quién asociarnos para llevarlo a cabo) todo ello discurrirá dentro de unos márgenes de coste muy razonables porque, al final, la sistemática de procesos y la automatización no están reñidas con un cierto nivel de personalización de la experiencia. Después de todo no importa tanto el grado real de customización como la percepción del usuario en relación a lo que se le ofrece.
Modelo de contenidos
Ahora que ya tenemos a nuestro caballo de troya bien acurrucadito en el regazo del usuario, vale la pena analizar qué tiende a consumir cuando se conecta a la monumental nube de opciones que le ofrece; piezas cortas, preferentemente audiovisuales, ligeritas de seso y entretenidas. Este es el resumen. Sobre esa base y dependiendo del segmento (edad, nivel formativo, socio-económico..) tenderá a cargar más de un lado que de otro (p.e. más jóvenes mayor tendencia al gaming, mayor nivel formativo predilección por contenidos culturales..) Más allá del reduccionismo del ejemplo, esto es cada vez más relativo y la tendencia general a la microsegmentación y a la ultrapersonalización hace que segmentar y personalizar eventualmente se convierta en una ciénaga potencialmente sembrada de trampas en forma de esfuerzos extra, ergo de costes no previstos y otras «delicias» de sabor amargo.
Aún así, y sin la necesidad de volverse loco intentando adaptar los contenidos a microsegmentos, esa es la base sobre la que deberíamos plantearnos nuestro modelo si pretendemos servir tales contenidos – también o preferentemente – desde dispositivos móviles. La gente cada vez lee menos, y hacerlo desde un móvil en general puede resultar farragoso, cuando no complicado (para eso están los libros. ¡Benditos libros!) O sea, que determinados modelos de contenidos – muy extendidos por cierto – no van a funcionar, nos guste o no, a menos que los adaptemos. Aunque sea formalmente.
Las piezas audiovisuales entrarán siempre mejor, y si son cortitas más fáciles de digerir. Si además son amenas – uso de modelos de story telling, figuras retóricas sencillitas, etc… – pues aún mejor. Si asimilamos conceptual, formal y técnicamente determinados modelos de plataformas de contenidos de masas y lo hacemos bien la cosa tendrá una acogida excelente, claro, pero si resulta que lo que tenemos que transmitir es largo y tedioso, y normativo, y necesario, y es lo que hay, y no tenemos demasiado presupuesto ni tiempo, pues fragmentémoslo y deconstruyamos el contenido en pequeñas unidades de tipología diversa (texto, imagen, audio, infografías y animaciones simples…) con algo de interactividad asociada… Y si se nos hace bola, busquemos ayuda, que para eso están los profesionales verticales que manejan una gama de modelos estandarizados que cubren grandes espectros de necesidades con resultados muy aparentes, económicos y efectivos.
El uso sistemático de dispositivos móviles para la formación y la comunicación corporativa tiene derivadas interesantes
Beneficios
El uso sistemático de dispositivos móviles para la formación y la comunicación corporativa tiene derivadas interesantes en el contexto empresarial si se hacen las cosas de forma apropiada. Si la organización pone en marcha programas formativos pensados no solo para cubrir determinados expedientes legales, sino orientados a las necesidades profesionales de los empleados y adaptados funcional y técnicamente a las características propias del contexto móvil, y si además incentiva esas herramientas y recursos mediante políticas de fomento de su uso con campañas de comunicación, y todo eso se hace de forma consistente en el tiempo, entonces los usuarios – atendiendo a la facilidad de acceso que supone disponer de esas plataformas en el móvil – se habituarán a entrar y consumir sus recursos y formarán parte activa de comunidades de intercambio de información y experiencias. Si conseguimos eso… Hasta podremos llegar a fidelizarlos.
Aunque sin llegar a tanto, los beneficios de ese escenario se manifiestan empíricamente de forma progresiva mediante una transferencia al puesto efectiva, lo cual contribuye directamente a la mejora del rendimiento y la productividad del conjunto de la organización. Es decir; beneficios tangibles para la empresa. Claro que no es de hoy para mañana, y claro que requiere de un cierto modelo estratégico y persistencia (picar un poco de piedra) para que los usuarios destinen a la formación corporativa algo del tiempo que pasan inmersos en sus dispositivos, mayormente en plataformas de RRSS y contenidos lúdicos o de gaming.
En fín, podríamos seguir y abundar en todo ello, o entrar en otros aspectos aledaños que han quedado relegados, o en otros terrenos (más técnicos por ejemplo..) pero lo dejaremos para una eventual segunda entrega y concluiremos comentando que el mobile learning llegó para quedarse y abrir un jugoso y enorme melón de vocación mutante. Su evolución parece que pasa por tecnologías emergentes y ultradisruptivas, como IA y computación visual o la combinación de ambas, que impactarán sin duda en la morfología de los propios dispositivos móviles y en los modelos de uso en los próximos años.
No sería de extrañar que las gafas integradas desplazasen en cierta medida a los smartphones, aunque probablemente la tendencia sea a la complementariedad de ambos dispositivos – y otros en estado latente – para ofrecer experiencias cada vez más genuinas y provechosas en general. El ámbito corporativo no será una excepción.